Entrevista a JOSÉ MARÍA PALLAORO
¿Qué es para usted la poesía?
Vivimos ensayando definiciones sobre qué es la poesía. En muchos textos
caí en la tentación de hurgar en esa búsqueda.
Gelman, cito de memoria, escribe que la poesía es un árbol sin hojas que
da sombra.
Saer inicia por la negativa, dice que la poesía no es un río majestuoso
y fértil. Y luego afirma: (la poesía) es una piedra firme en medio de la
corriente que se deja pulir por el agua.
Hay hermosas definiciones. En todas, seguro, vislumbramos algo de
claridad.
Tal vez el poema sea
un campo dorado
a la espera
de la lluvia
Y del viento
que mece
los árboles
donde descansan
los pájaros
de nuestra memoria
¿Podría usted contarnos un poco de su vida, de sus obras publicadas,
sus premios, su actividad literaria?
Soy segunda generación de inmigrantes. Quisiera recordarlos,
homenajearlos.
Mis abuelos paternos, Luigi Pallaoro y Amalia Passamani, son originarios
de Pizzo y Panarotta, dos aldeas de Levico y Barco, pequeños pueblos tallados
en las montañas de la provincia de Trento, en Val Sugana, al pie del río
Brenta; nacieron bajo el imperio austrohúngaro. Luigi (1881-1925) llegó a
nuestro país en 1896, a la edad de quince años. Amalia (1881-1981) en 1911. Se
casan y tienen ocho hijos (hay mellizos y gemelos). Mi padre, Nerino, es el
séptimo. Se radican primero en la provincia de Entre Ríos donde nacen todos sus
hijos. En 1923 se trasladaron definitivamente a la provincia de Chaco, a “Pampa
La Porteña”, en Corzuela; fueron los primeros tiroleses -trentinos- que
poblaron el lugar. La chacra de mi Nona se convirtió en refugio y protección para
muchos emigrantes que recibieron ayuda material y espiritual. Siguen siendo
recordados por los hijos y nietos de los primeros emigrantes. Los padres de mi
abuelo Luigi se llamaban Maria Paoli y Luigi Pallaoro; los padres de mi abuela
Amalia, Angelica Petri y Giovanni Passamani.
Mis abuelos maternos, José María Cruz y María Dolores Tapia, españoles.
José María nació, quizás, en Urrácal, Almería, el 29 de junio de 1896 y murió
en City Bell el 5 de febrero de 1966. María Dolores Tapia nació en Olula del
Río, Almería el 8 de junio de 1902 y murió en City Bell el 7 de febrero de
1978. Se casaron en 1915, ella con 13 años y él con 19. Tuvieron en 1918 un
hijo en España llamado Francisco. Viajaron a Argentina en 1918 o 1919. No sé si
mi abuelo y bisabuelos maternos (Alfredo Tapia y Adoración Antonia García) lo
hicieron con anterioridad, aunque creo que sí.
Mi padre, Nerino Pallaoro, nació en Estación María Grande, departamento
Paraná, Entre Ríos, el 3 de noviembre de 1919 y murió el 7 de diciembre de
2005.
Mi madre, Ascensión Argentina Cruz, nació en City Bell el 23 de mayo de
1926 y murió el 16 de octubre de 2013.
Yo nací en casa de la partera y doctora Margarita Chiani de Murad, en
calle 70 nº 1130, entre 17 y 18, de la ciudad de La Plata, a las 22:10. Mi
madre me contó que no recordaba porqué “fuimos tan lejos”. Alguna de mis tías
tal vez tuvo algo que ver, no sé. Creo
que fue cuestión de unas horas y volvimos a casa, en City Bell. No a la casa en
la que crecí, si no a una casita que mis padres alquilaban; me parece que
estaba en calle 1 entre Pellegrini y Güemes. Cuando mis padres dejaron
habitable la casa que estaban construyendo en calle 9 entre 17 y Sarmiento, nos
mudamos. Yo tenía unos pocos meses. Ahí crecí, en un medio semirural, tambo,
animales, quinta. De chico, tuve esa suerte. Escuché música, no recuerdo mi
vida sin música. Y las primeras “lecturas”, aún sin saber leer, las
historietas; me interesaba más que los dibujos los globitos que contenían
signos extraños y que al comienzo imaginaba su significado, hasta que las
palabras aparecieron, y hasta hoy siguen siendo misterio, ambigüedad, y algunas
veces claridad que también me ha tentado.
A mis 13 años, faltaba, más o menos, un mes y medio para mis 14, estuve
preso por algunas horas en una comisaría de Corrientes; el espíritu de época
(bregar por un país justo, libre, soberano). No sé si fue por esta experiencia
que me aislé un poco, siempre traté de ser cuidadoso en la calle. Lo que sí
ocurrió es que me convirtiera en un lector casi compulsivo.
Hice radio. Escribí artículos para diarios y revistas. Dirigí una revista de poesía. Publiqué libros, cuadernos, plaquetas. Desconozco premios que me hayan otorgado, por lo que descarto que haya recibido alguno.
¿Cuándo empezó a escribir? ¿Por qué?
En la primaria. Mi referencia eran las letras de las canciones. Litto Nebbia, Luis Alberto Spinetta, Miguel Abuelo. Algunos libros que había en casa. Alfonsina Storni. Horacio Quiroga. Suetonio… Siempre fui curioso y sensible. Creo que empecé a escribir por necesidad, para expresarme, aunque también tartamudeaba en la escritura. Nunca supe dibujar, los instrumentos musicales se me negaban. En el secundario, a los 14 o 15 años, “escribí” algunas canciones. Todo lo encanutaba. Me daba vergüenza mostrar lo que hacía.
¿Cómo definiría a su poesía?
Creo que no tiene sentido hacerlo, tampoco podría. Leo mucho, desde siempre. Escribo cuando puedo, cuando la mano me comienza a temblequear, cuando hay necesidad de encender el fuego. Como en este poema: “Convertiré mis manos / en hojas de fuego // para que vuelen // incendiaré la noche / con palabras”.
¿Qué autores influyeron en su poética?
Muchos. Las revistas literarias, culturales (algunas de cultura rock)
fueron fuente de información, conocimiento y belleza. Prefiero a los que
escriben en mi lengua materna. A veces me sorprende cuando otros escritores
mencionan a autores que escriben en una lengua que desconocen. Los leen en
traducciones, en versiones. ¿Les interesa el trabajo del lenguaje, los temas
que tratan los poemas, lo conceptual, la idea más que el trabajo con las
palabras? Es para una charla más extendida.
Entre los 15 y 19 años, es una aproximación, me nutrí con los llamados poetas de la generación del 50 y del 60. Edgar Bayley, Raúl Gustavo Aguirre, Joaquín Giannuzzi, Rodolfo Alonso, Alejandra Pizarnik, Gianni Siccardi, Olga Orozco, Juan Gelman, Francisco Urondo, Miguel Grinberg. Miguel Ángel Bustos, Horacio Castillo, Néstor Mux. También Juan L. Ortiz, Roberto Themis Speroni, Mario Porro... Estoy siendo injusto.
¿Cuál es el fin que le gustaría lograr con
su poética?
“Mi poética”. Solo quiero expresarme a través de la escritura. Cuando ya físicamente no esté, nada quedará. Como suele ocurrir casi siempre.
¿Qué poema elegiría usted si tiene que
optar por uno en especial? ¿Por qué?
¿Uno mío, de otros autores? Los míos no interesan tanto. De otros autores hay demasiados, por suerte.
¿Cómo ha cambiado su lenguaje poético a lo
largo de los años?
Siempre me atrajo la brevedad, lo conciso, lo elíptico. Ahora domino un poco más el instrumento. De joven corregía mucho. Hoy poco, muy poco. No creo en la perfección, en todo caso no es lo que busco como lector, ni tampoco cuando logro escribir. Aparece la obsesión acerca de un tópico determinado y el trabajo con la lengua, el lenguaje. Cuando esa combinatoria desaparece, ya no puedo escribir. Tal vez sí otro tipo de textos, pero no poesía o algo que se pueda acercar, con suerte, a la poesía.
¿Para usted se nace o se hace escritor?
No tengo certeza. Creo que se hace. No hay laberintos por elevación, escribir es la única salida.
¿Qué consejos le daría a un joven
escritor/escritora que se inicia en este bello camino de la PALABRA?
Para quienes intenten escribir, es necesario leer. Siempre, leer. No solo poemas y narrativa (cuentos, novelas…). Además, cualquier otro tipo de textos. El estar atentos, ser apasionados y curiosos, es fundamental. Todo nos nutre y abre puertas. Nos permite tener “una mirada”, “una cosmovisión”.
¿Cómo ve usted actualmente la industria
editorial?
Bueno, lo que llamamos “la industria editorial” es un negocio para hacer dinero. Veo bien las ediciones artesanales, las editoriales independientes que trabajan a pulmón.
Si tuviera que recomendar un libro de
poesía, prosa, cuento, novela, etc. ¿Cuáles recomendaría?
¡Son tantos! No sé si recomendaría, para hacerlo hay que conocer muy bien al posible lector. Conociendo sus gustos, tal vez, con suerte, acercás el bochín. Regalo libros, sí. Hace poco recomendé algunos textos de Chejov y de Ambrose Bierce, pasé los libros. Me confesaron que no les interesó ninguno de los dos autores, tampoco los relatos. Creo que los más jóvenes, los que son o quieren ser lectores, están más abiertos, más dispuestos, y se sorprenden. En mis talleres, por lo general, gusta mucho el material compartido. Pero claro, las fichas caen cuando cada uno aporta su mirada, su “visión” acerca de lo leído.
¿Qué opina de las nuevas formas de difusión
de la palabra, ya sea en páginas de Internet, foros literarios cibernéticos,
revistas virtuales, ñusleter, blogs, etc.?
Administro cerca de diez blogs. Aromito, Poesía La Plata, Poesía City Bell, Lo de Pallaoro, Libros de la talita dorada y otros. Dos blogs personales: Los ojos y El sol de una nueva oportunidad. Pero no hay nada más bello que el libro en papel. Las “nuevas formas de difusión” están bien. Hay buenos sitios, páginas, blogs, aunque no es lo que abunda. Mucho improvisado mete mano y suelen hacer cualquier cosa, copiar y pegar sin recurrir a fuentes confiables. Hoy se lee (no generalizo) de manera demasiado fragmentaria. No sé cuántos lectores leen un libro de principio a fin.
Por último: ¿Quiere usted agregar algo?
Agradecerte este espacio. Es un momento especial, el inicio de lo que
vendrá. Dejémoslo ahí. Me cuesta escribir. Me ocurre seguido que leo una línea
e inmediatamente la olvido. Quise recordar a mi familia. Para que quede, al
menos por un tiempo, la huella de donde vengo.
José María Pallaoro
3 Comments:
"Hay hermosas definiciones. En todas, vislumbramos algo de claridad." Muchas gracias Gustavo.
Leí la entrevista con mucho interés. Entre otras cosas, descubrí lo poco que sé sobre el origen de mis abuelos.
Gracias Darío. Lo del "origen" está en cada uno. Algunos lo necesitamos, algunos no. Mi abrazo, jm
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