Entrevista a ISABEL LLORCA BOSCO
¿Qué es para usted la poesía?
En general, el uso de la lengua y la literatura desde la
perspectiva de una estética, no superior a otras artes y oficios.
En mi vida, lo que me permite “desde antes de nacer” ser
quien soy: lo íntimo, lo deseado, lo siniestro de la vida.
¿Podría usted contarnos
un poco de su vida, de sus obras publicadas, sus premios, su actividad
literaria?
De chica, muchos premios por composiciones y por un concurso
de cuento.
Mi padre me hizo un libro a mimeógrafo a los 11 años, que se
llama Pimpollos y desencadenó que dos adultos me dedicaran poemas. Me
publicaron en La Prensa un soneto a Góngora en 1996. Coordiné talleres
literarios con mi marido, Agustín Romano. Hicimos juntos trabajos de obras
narrativas. Obtuve el Primer premio nacional de poesía “Julio Arístides”,
publicación del poema en la revista Ser en la cultura, fui finalista en el
Primer concurso del círculo de Lomas, publicada en la antología. También
publiqué en la antología Bardos y Desbordes. Fui finalista en editorial
Honorarte, en el concurso centenario de la biblioteca de Martínez y en la
editorial Las ruinas circulares La revista Francachela me publicó un poema y un
cuento en Chile. Salvo la publicación online de poemas, no creo que haya más.
He dado conferencias sobre las vanguardias en literatura y el año pasado sobre
la poesía de Borges. Soy profesora en Letras por la Universidad Nacional de
Buenos Aires y correctora de estilo.
¿Cuándo y por qué empezó a escribir?
Mi madre (como yo) no tenía oído para la música, aunque
había estudiado piano e iba frecuentemente al Colón. Entonces no me cantaba de
bebita sino que me recitaba poemas de Amado Nervo (A mí me gustan las tardes
grises, / las melancólicas, las heladas, /en que las rosas tiemblan de frío, en
que los cierzos gimiendo pasan.) y también de Rubén Darío. Después de enviudar
escribió poesía y fue publicada en Elqui,
a los l00 años del nacimiento de Gabriela Mistral. Antes de aprender a escribir, compuse poemas.
Mi madre me separaba las estrofas y discutíamos cuando me quería corregir. En
el colegio, hasta los l0 años sufrí el calvario de que no creyeran que los
había hecho yo. Después, maestras y profesoras entendieron que, teniendo un tío
que era un maravilloso poeta de la generación del ‘40 (que se mató a los
treinta años, diez años antes de que yo naciera), no era raro que heredara el
gusto por leer y escribir. Mucho después,
amigas se entusiasmaron. A los 14 años,
tuve la primera amiga con esta afinidad y a los quince influí en un
grupo de compañeras y sentí la pasión por la docencia. Era una chica extraña,
muy tímida, que no podía con los deportes ni las fiestas. En la Facultad se
presentó la crisis entre seguir filosofía (en la que me había ido muy bien) o
psicología, pero vi que servía más para las letras. Escribía un diario con
algunos poemas pero ansiaba ser una buena trabajadora crítica.
¿Cómo definiría su poesía?
La conversión poética un poco barroca de algo vivido o
deseado por mí, por otros o por personajes. A veces es erudita porque evoco
otros espacios, las ciencias ocultas (por razones exclusivamente culturales) y
las religiones, que me apasionan y trato de interpretar. La insistencia en considerar
mi trabajo como mínimo (a pesar de ser lo único que sé hacer bien), es una
reacción a los textos de aquella “niña prodigio”, que desapareció cuando entré
a la facultad y cuando leí muchos otros trabajos poéticos. El blog enseña. Los
amigos, enseñan.
¿Qué autores influyeron en su poética?
Pienso que todos los leídos. Desde cuentos para niños
editados por Calleja en el ’20, los de Andersen no adaptados, la musicalidad de
los contemporáneos, en verso, que, por cierto no eran poesía, y yo los
memorizaba. García Lorca con su arte total, San Juan de la Cruz, los
decadentistas, las corrientes de sonido e ingenio de Lope de Vega, Quevedo,
Góngora, Calderón y poemas sagrados de autores menos conocidos, poetas
argentinos del siglo XX. Literatura para chicos y para grandes, buena y mala.
Más tarde, Alejandra Pizarnik, Olga Orozco, Roberto Juarroz, Carpentier, García
Márquez. Vargas Llosa y, por encima de todo, Borges. Su pulido refinamiento y
recatada complejidad, en un poema bien
leído, da una versión del universo. Haberlos estudiado mucho crean una
presencia lejana que ilumina un poco mi poema o mi cuento por hacerse.
¿Qué fines quiere lograr con su poética?
Elaboro mi poética, que es complicada porque yo también lo
soy, y hay que hacerse de un tiempo para entender algo. Uno de los juicios que
más me gustaron fue el de un abogado, quien al leer el verso la dignidad del
tormento se revela escribió que era una frase para pensar durante horas. Un
nuevo poema ya cambia algo en el mundo. Y también su lectura. Durante mis trabajos de parto recitaba a
Miguel Hernández porque me hacía valiente y me ayudaba a sobrellevar el dolor.
Me importa que “los que saben” sean los que valoren mis
escritos. Yo se los digo a todos y, me emociona cuando alguien que no está en esto
da un sentido que no esperaba. Pero sé que hay un oficio de lector, largo y
erudito. Para “inspirarse”, creo en el sentimiento y las vivencias siempre que
no estén solos y se los sepa transformar. Quisiera la publicación en libro. El
lector es una necesidad para el escritor. Pienso que mostrar lo que se escribe
es valentía y modestia sincera. Espero seguir escribiendo que, en mi caso, es
una forma placentera de cumplir un destino.
¿Qué poema elegiría usted si tiene que optar por uno en
especial? ¿Por qué
De los escritos por mí elegiría Pérdidas porque gusta a unos
y entristece a otros que toman la poesía literalmente. Pude expresar con la
hipérbole (que es sincera en poesía) el horror por “la desaparición de los
bienes terrenos”, tema medieval. Es surrealista, sus versos tienen sentido al
encadenarse uno con el anterior y al mismo tiempo con el posterior, como
quería Enrique Molina. Y porque al hacer
este poema me sentí feliz.
De los escritos por otros, elegiría el soneto de Francesco
Petrarca a Laura que empieza: Bendito el año, el mes, el día amado /y la
estación, la hora, el tiempo ido / y el país y el lugar donde he podido / ser
por tan bellos ojos subyugado. Además de su belleza —que no ignora el sexo— y
de ser la pre renacentista descripción del amor cortés, es grande su influencia
sobre los extraordinarios sonetistas españoles y parece escrito ayer.
¿Cómo ha cambiado su lenguaje poético a lo largo de los
años?
De chica escribía con metro regular y rima. Cosa que me
sigue gustando, pues mi formación es clásica. Una vez consulté a Celina Sabor
de Cortazar, mi profesora de literatura española del siglo de oro, a quien le
envié varios sonetos y un poema en verso
libre…si hasta cuando dormía me heriste con tu sueño y ella me dijo que el
último, que siguiera con el verso libre. Primero me cayó mal, después le hice
caso y hoy se lo agradezco. Es más difícil, porque hay que inventarle hasta la
música. Uno cambia su estilo según las lecturas, que son las únicas musas.
¿Para usted se nace o se hace escritor?
Hasta hace poco pensaba que se hace escritor, por mi pesada
experiencia Ahora, con los estudios realizados en genética pienso que tal vez
cuenten las aptitudes además del medio.
¿Qué consejos le daría a un joven escritor/escritora que
se inicia en este bello camino de la PALABRA?
Que lea lentamente, degustando el texto. Que concurra a un
taller con un coordinador muy preparado, que le dé libertad. Que no se guíe por
la cantidad de admiradores sino por la inteligencia y cultura de los que lo
leen. Que participe en concursos literarios, con paciencia.
¿Cómo ve usted actualmente la industria editorial?
En general, muy comercial y alejada de la poesía. No así
otras, que se interesan pero son excesivamente caras. Otras realizan concursos
para premiar con la edición y los finalistas publican una antología. Si el
escritor no tiene dinero, no publica, y siempre parece novel. Conozco gente que
cambió de género porque no se vendía poesía. De estas personas se puede esperar
cualquier cosa.
Si tuviera que recomendar un libro de poesía, prosa,
cuento, novela etc. ¿Cuáles recomendaría?
Obras completas de Borges (lectura guiada por un
especialista en este autor monumental) Textos en verso y prosa de Alejandra
Pizarnik, Acerca de Roderer de Guillermo Martínez, cuentos de Abelardo Castillo
y Julio Cortázar, Antígona y Edipo de Sófocles.
¿Qué opina de las nuevas formas de difusión de la
palabra, ya sea en páginas de Internet, foros literarios cibernéticos, revistas
virtuales, ñusleter, blogs etc.?
Una maravilla para el que las use bien. Me gustaría que
hubiera crítica y debates, pero no sé cómo. Es verdad que hay foros. En
realidad, tendrían que ser análisis, pues aunque no he participado en ninguno,
oí comentarios de la violencia y el capricho a los que se puede llegar. Tienen
en contra la rapidez con la que leemos. Pero, con Internet, no hay lector en
islas y se puede conocer lo que no se puede comprar. Una maravilla, como dije.
Por último ¿Quiere usted agregar algo?
La reelaboración del poema es un arte más que un oficio. Es
necesaria, lo único que puede peligrar es la unidad del tono. Para escribir hay
que tener inteligencia, oído, sensibilidad. Para reelaborar hay que tenerlo
todo y no enamorarse de la primera versión. Esto hay que aprenderlo. Mis talleres consisten (además del oficio de
leer sin ingenuidad) en la corrección de los textos de cada uno en el sentido
ya dicho y hecha por el mismo autor. Enseño a corregir, que es más bien
reelaboración.
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