Entrevista a ADRIANA MAGGIO
¿Qué es para usted la poesía?
La poesía como género, como postura frente al mundo o como poema, es, al igual que el amor, múltiple, inexplicable e irreductible a definiciones. Cada uno tiene una aproximación, pero nadie puede decir con exactitud qué es. Yo la percibo como una actitud infantil, flexible y curiosa frente al mundo, y como la iluminación que produce ese encuentro entre el interior del que mira y el mundo que se le ofrece. Es como volver a crear el mundo, con la inocencia de la mirada. Cada poema es una nueva realidad, que modifica “la realidad”.
“Cuando yo muera,
el mundo ya no será el mismo.
No lo diré yo.”
¿Podría usted contarnos un poco de su vida, de sus obras publicadas, sus premios, su actividad literaria?
Publiqué tres libros de poesía: Te doy mi palabra (1998), Borrador de eternidad (2007) y Estrategia de la víctima (2009). Actualmente estoy trabajando en un cuarto libro, que por ahora titulo Versos en los bolsillos. También hay textos de mi autoría, poéticos y narrativos, en antologías (con otros autores), en revistas literarias, médicas y educativas, en la web y en cable.
Recibí varios primeros premios a nivel nacional, un tercer premio en el Concurso Internacional organizado por Wagram –Polonia- en 2004, y menciones especiales. Escribo en forma solitaria, y durante varios años coordiné talleres literarios, de cultura general o de escritura y creatividad, en forma individual o acompañada por alguna colega, en el ámbito de la escuela media (soy profe de Lengua y Literatura), o con adultos.
¿Cuándo empezó a escribir? ¿por qué?
Empecé a escribir alrededor de los 11 o 12 años, porque no pude evitarlo. Así como la lectura fue mi compañera de siempre desde que aprendí a leer, el acto de escribir se me presentó como imprescindible, desde que tuve el control de esa tecnología; tanto es así, que practicaba la escritura con la mano izquierda, por si alguna vez un accidente me impedía utilizar la diestra. Material, intelectual y emocionalmente, la escritura es parte indisoluble de mi vida.
¿Cómo definiría a su poesía?
Me resulta imposible definir mi poesía; lo que puedo hacer es señalar algunas características: heterogénea, contradictoria, leal a la emoción que la provoca; a veces hermética y a veces diáfana; irónica, con algo de humor ácido; de a ratos juguetona, de a ratos densa y oscura; generalmente con rimas asonantes espaciadas y versos irregulares cortos; breve y concisa; metafórica; más intelectual que sensorial.
¿Qué autores influyeron en su poética?
Es difícil reconocer las influencias, ya que todo lo que leemos y experimentamos a lo largo de la vida, va construyendo nuestra poética: una situación, una palabra dicha por alguien, un verso, el fragmento de una novela, un cuento. Pero, quizás sean los autores que me estremecieron, los que más potenciaron de una u otra forma mi escritura: Vicente Huidobro, García Lorca, Antonio Machado, Miguel Hernández, Alejandra Pizarnik, Haruki Murakami, Akutagawa, los grandes rusos (Tolstoi, Dostoievski, Pushkin), H. Hesse, Julio Cortázar, Francisco de Quevedo, Sor Juana Inés de la Cruz, Juan L. Ortiz…
¿Cuál es el fin que le gustaría lograr con su poética?
Como todo lo artístico, la poesía traduce lo que está en lo profundo de nuestro ser, nos permite conocernos y recrearnos, y conocer y recrear el mundo. Creo que mi objetivo sería que quedara algo verdadero de mí, que me vinculara en el tiempo con otros seres, por identificación, descubrimiento, compasión o controversia. Y, claro, que alguien disfrute con la lectura de mis textos, como yo disfruto leyendo a otros autores, y el mundo sea un poquitito más habitable.
¿Qué poema elegiría usted si tiene que optar por uno en especial? ¿Por qué?
Elegiría el soneto de Quevedo “Amor constante más allá de la muerte”, que comienza con los maravillosos versos:
Cerrar podrá mis ojos la postrera / sombra que me llevare el blanco día”, y termina con “polvo serán, mas polvo enamorado”. Es el poema más perfecto, dramático y apasionado que leí.
¿Cómo ha cambiado su lenguaje poético a lo largo de los años?
A lo largo del tiempo, uno va cambiando; cambian sus expectativas, sus emociones, sus conocimientos, sus experiencias, sus ilusiones y sus obsesiones. Mi lenguaje, mi ritmo y el tono de mis textos han ido cambiando de acuerdo con ese tránsito, y creo que actualmente están más en armonía conmigo, que anteriormente: nos estamos conociendo mejor.
¿Para usted se nace o se hace escritor?
Yo creo que se nace con ciertas capacidades, la vida va descubriendo o potenciando inclinaciones, y, de acuerdo con eso, se toman decisiones. Todos podemos escribir, pero no todos somos escritores. Si uno decide ser escritor, porque tiene una predisposición, tiene que trabajar mucho, y leer profusamente: con la aptitud no basta. Inspiración y transpiración.
¿Qué consejos le daría a un joven escritor/escritora que se inicia en este bello camino de la PALABRA?
En principio, le recordaría que la palabra no es neutra, sino que está cargada de ideología. Por eso, le aconsejaría que fuera leal a sí mismo y a su texto: escribir es una actividad seria, aunque se escriba con humor y gracia. Un texto es un suceso de la realidad, produce consecuencias, tiene derivaciones insospechadas. Hay palabras que matan y palabras que dan vida. Ningún poema es inocente, ni queda impune.
Un texto es una obra, por eso se debe trabajar en su escritura, hasta que sintamos que él es nosotros y nosotros somos él. Hasta que ese momento no llegue, sólo se trata de un borrador de nuestra palabra.
Y, sobre todo, le diría que una vez que su poema salió a la luz, ya no le pertenece: tiene que cederlo humildemente a los lectores, que van a reescribirlo tantas veces como lo lean.
¿Cómo ve usted actualmente la industria editorial?
La industria editorial tiene las mismas características del mercado: es un comercio lleno de falsedad, de corrupción y de fraude. Las grandes editoriales suben y bajan a los autores, según los pronósticos de ganancias o pérdidas; no están interesadas en la calidad de lo que publican, sino en las ventas; por ello, jamás publican a poetas desconocidos, aunque sean excelentes. Las pequeñas editoriales honestas, sólo pueden ofrecer publicación, y no distribución, con lo cual los poetas desconocidos seguimos siendo desconocidos; y las pequeñas editoriales deshonestas nos estafan de mil maneras, lucrando con nuestras ilusiones.
Hay una gran indefensión.
Si tuviera que recomendar un libro de poesía, prosa, cuento, novela etc ¿Cuáles recomendaría?
Recomiendo el libro de poesía de Marcos Silber, Bajo continuo.
¿Qué opina de las nuevas formas de difusión de la palabra, ya sea en páginas de Internet, foros literarios cibernéticos, revistas virtuales, ñusleter, blogs etc?
Creo que representan un medio lícito de difundir lo que uno hace y ponerse en contacto con la producción de contemporáneos que están en lo mismo. Permiten publicar, leer, conocer y estudiar sin costo: una verdadera resistencia, frente a la mezquindad y la avidez del mercado. Democratizan el acceso al conocimiento, aunque muchos tengan más dificultades que otros para lograrlo.
Por último ¿Quiere usted agregar algo?
Quiero agradecer a Gustavo Tisocco, que pensó y publicó esta encuesta, y la puso a disposición de quien quisiera responderla. Cada respuesta significa una reflexión profunda acerca de la propia actividad, y una toma de conciencia acerca de la responsabilidad de escribir.
ADRIANA MAGGIO
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