Sunday, March 05, 2023

Entrevista a ALEJANDRA BOERO SERRA

 


 

¿Qué es para usted la poesía?

 

Si pudiera dar una definición inteligente, poética, como han intentado tantos poetas y estudiosos de la poesía. Se me ocurre borronear que quizás sea la palabra en conflicto, los límites y la imposibilidad corridos y desoídos para  dar rienda suelta a lo que se resiste en el lenguaje y nos dice con mayor fidelidad. 

 

¿Podría usted contarnos  un poco de su vida, de sus obras publicadas, sus premios, su actividad literaria?

 

Parafraseando a una poeta que admiro: Me gano la vida vendiendo hierros. Leo desde que tengo memoria y la literatura apareció en mi vida gracias a mis maestras de escuela primaria y a las bibliotecas populares de mi ciudad. Crecí en una casa sin libros y sin inquietudes intelectuales. Mi actividad literaria comenzó en las redes difundiendo mis lecturas, en revistas online («Cine y Literatura» de Santiago de Chile, «eXtramuros» de Montevideo, «La primera vértebra» de Lima) y en los Ciclos de Poesía y los Festivales de Literatura de Rafaela, mi ciudad. Hoy estoy comprometida ciento por ciento en la página de Facebook «Gilgamesh: poesía y poéticas» que fue pensada, soñada y realizada junto a quien fue mi pareja, el poeta Alejandro Michel. Premios, la lectura de amigos y pares, las invitaciones para hacer circular mi poesía en blogs, revistas. No me presento a concursos, sí a lecturas promovidas por gestores culturales, a convocatorias y colaboro en la gestión cultural con amigos escritores y artistas plásticos de mi ciudad. 

 

¿Cuándo empezó a escribir? ¿por qué?

 

 Recuerdo mis primeros intentos en sexto grado y en los últimos años del secundario. Pero escribir, escribo desde 2017. El deseo de escritura me costó asumirlo quizás por deformación profesional. Mis estudios de grados de literatura me hacían creer que era imposible después de leer a los grandes narradores, poetas, ensayistas. Fueron poetas como Javier Galarza, Carlos Battilana, Laura García del Castaño quienes me hicieron ver que tenía que dar el salto al vacío. «Desarmadero», mi primer libro inédito, es el resultado de ese deseo y de ese riesgo. Leer para escribir, escribir para seguir leyendo y explorando y porque no puedo, ya, resistirme a este reto.

 

¿Cómo definiría a su poesía?

 

Una respiración asmática que entre exhalación y expiración recoge y deja obsesiones en miniaturas, viajes a las sombras que iluminan mis puntos ciegos.

 

¿Qué autores influyeron en su poética?

 

Un canon propio que sería imposible enumerar y que están en mi biblioteca ideal, la que vengo formando desde mis 18 años. Muy cerca tengo a los autores que me acompañan cotidianamente.

 

¿Cuál es el fin que le gustaría lograr con su poética?

 

Seguir descubriendo mi voz y que ella, en la contaminación gozosa con voces precedentes, se haga un lugar en la geografía poética de mi tiempo.

 

¿Qué poema elegiría usted si tiene que optar por uno en especial? ¿Por qué?

 

Sin dudas «Ícaro volando». No fue el primer poema que escribí pero sí el primero en el cual sentí que estaba el germen de un libro. Además es el poema por el cual conocí al poeta Alejandro Michel a quien está dedicado.

 

¿Cómo ha cambiado su lenguaje poético a lo largo de los años?

 

Desde 2017 hasta hoy mi poesía se hizo más económica: dos o tres pinceladas que dilenean tonos de contraste, un destello inusitado pero intenso.

 

¿Para usted se nace o se hace escritor?

 

Creo que se nace con esas inquietudes y se hace en base al trabajo.  El deseo es fundamental en la búsqueda, el (des)encuentro.

 

¿Qué consejos le daría a un joven escritor/escritora que se inicia en este bello camino de la PALABRA?

 

Leer, leer más, seguir leyendo (poesía, narrativa, ensayo), escribir, no gastar energías en la feria de vanidades del ambiente.

 

¿Cómo ve usted actualmente la industria editorial?

 

Veo el nacimiento de editoriales de poesía, la resistencia de sellos que apuestan y arriesgan con su catálogo y lo celebro. Pero son los menos. Veo también a poetas que merecerían ser llamados por las editoriales y sin embargo están peleando por algún premio que les permita editar. Me consta la buena poesía sin encontrar sello que la edite sin cobrar a sus autores. Es evidente por la movida de talleres, festivales, concursos y ediciones que la poesía interesa y hay lectores dispuestos a invertir en ella. Los autores tienen que pelearla muchísimo y si son del interior del país, mucho más aún. Pienso en Eric Schierloh y su editorial Barba de Abejas y su educación para la autogestión editorial, el camino menos transitado y el que quizás haga la diferencia.

 

Si tuviera que recomendar un libro de poesía, prosa, cuento, novela etc ¿Cuáles recomendaría?

 

Los ensayos de Pound, Steiner, «Poesía y política» de Jorge Aulicino, la obra de Hermann Broch, Pascal Quignard, Anne Carson, Chantal Maillard, Héléne  Cixous, tantos más. Las recomendaciones de Jorge Fondebrider en Instagram (fonde-dice). Los poetas que cada quince días me acompañan con su obra y sus reflexiones en «Gilgamesh: poesía y poéticas».

Quiero nombrar aquí a dos revistas: «Fénix» cuyo responsable es el poeta Pablo Anadón y «Hablar de Poesía» cuyo director es Alejandro Crotto. 

 

¿Qué opina de las nuevas formas de difusión de la palabra, ya sea en páginas de Internet, foros literarios cibernéticos, revistas virtuales, ñusleter,  blogs etc?

 

Todo suma para hacer circular a la buena literatura.

 

Por último ¿Quiere usted agregar algo?

 

La lectura, siempre la lectura. Y la pasión por compartirla y difundirla.

 

Alejandra Boero Serra

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